PiƩnsalo Otra vez, Adam Grant
- Carlos DĆaz Lastreto
- 1 nov 2022
- 4 Min. de lectura

Soy muy porfiado y siempre me he sentido orgulloso de aquello. Claro que ser porfiado cuando las cosas resultan parece valioso y le llamamos perseverancia. TambiƩn hay que reconocer que tiene su lado oscuro y es que porfiar en algo que no tiene sentido o cuando el mundo cambia puede ser un gran defecto.
Creo que asĆ se podrĆa resumir el trabajo de Adam Grant, quien expone esta idea del siguiente modoā Cuando la gente piensa en los requisitos necesarios para disponer de una buena fortaleza mental, la primera idea que suele venir a la cabeza tiene que ver con la inteligencia. Cuanto mĆ”s inteligente eres, mĆ”s complejos son los problemas que puedes resolver y mĆ”s rĆ”pido puedes encontrar la solución, pero en un mundo tan turbulento como el nuestro, hay otra capacidad cognitiva que puede llegar a ser aĆŗn mĆ”s importante: la de reconsiderar las cosas y olvidar todo lo aprendidoā.
Me parece que en general el libro es una buena invitación a la humildad y a la flexibilidad. Humildad en el sentido que nunca sabemos todo y podemos estar equivocados completamente y, flexibilidad, en el sentido que hoy, mĆ”s que nunca, adaptarse pasa por hacer giros, reinvenciones, cambios. Por eso, creo que hay que tener mucho cuidado en uno mismo y en los demĆ”s cuando alguien dice algo asĆ como āes que yo creo en esto hace 30 aƱosā (peor si dice que ademĆ”s no va a cambiar nunca) porque puede ser que aquella creencia fuera valiosa hace precisamente 30 aƱos y hoy no sirva para nada y no sólo no sirva, sino que ademĆ”s le cree problemas.
Creo que una derivada de estas ideas tiene que ver con la noción de coherencia. Valoramos a las personas de una sola lĆnea, solemos interpretar que quien mantiene un comportamiento o una creencia por muchos aƱos es mĆ”s creĆble. Es posible que aquello sea asĆ en ciertos dominios, aunque no estoy del todo seguro. Sin embargo, las personas pueden cambiar sus conductas, sus creencias y eso no resta coherencia, sino que muestra solamente que tenemos capacidad de aprender y cambiar para adaptarnos mejor. Por eso veo bien y valoro cuando alguien dice que antes veĆa las cosas de tal modo y ahora los ve de otro. Con lo que tengo desconfianza es con quienes hacen aquello a cada rato y suena mĆ”s a un comportamiento acomodaticio y electoral mĆ”s que algo genuino, como muchos polĆticos y polĆticas.
Esto mismo me pasa con la prĆ”ctica del coaching. Por mĆ”s que esta prĆ”ctica tiene un lenguaje y modelos conceptuales caracterĆsticos se podrĆa resumir con un: āsi lo que haces no te sirve para llegar a los resultados que valoras, empieza a hacerlo de un modo distintoā. Y por eso en el modelo Observador ā Acción ā Resultado, muchas veces simplemente hay que cambiar la acción y otras veces es necesario cambiar el āparadigmaā que lleva a tener sólo algunas acciones a la mano.
Reconsiderar los puntos de vista puede ser una buena prĆ”ctica, por eso tenemos que estar atentos a tres identidades que aparecen cuando se trata de revisar nuestras creencias. Dice Grant que podemos comportarnos como predicadores, fiscales o polĆticos. Nos comportamos como āpredicadoresā cuando nuestras creencias se ven amenazadas, entonces damos sermones para proteger nuestras ideas. TambiĆ©n nos comportamos como āfiscalesā cuando queremos demostrar que los demĆ”s se equivocan y no nosotros, en cuyo caso detectamos sus puntos dĆ©biles y se los mostramos. Finalmente, entramos en modo āpolĆticoā cuando hacemos campaƱa y buscamos la aprobación de los electores con nuestras ideas. Dice entonces que āEl riesgo es que acabemos tan obsesionados con predicar que tenemos razón, fiscalizar a quienes se equivocan y politiquear en busca de apoyos que no nos tomemos la molestia de reconsiderar nuestros propios puntos de vista.
ĀæCuĆ”ntas historias hay de personas que se han encariƱado tanto con sus ideas que han sido incapaces de reconsiderarlas y, al menos en el Ć”mbito empresarial, han terminado quebrando? Bueno, ahĆ estĆ” citada por el mismo Grant la historia de Mike Lazaridis y el BlackBerry, quien teniendo el 2005 el 50% del mercado de los telĆ©fonos terminó quebrando al ser incapaz de observar y reinterpretar lo que ocurrĆa con el iPhone de Apple o los smartphone.
Por supuesto que nadie estĆ” libre de lo mismo, esto no es algo que les ocurra sólo a los grandes empresarios o innovadores, es algo que nos ocurre a todos frecuentemente. ĀæCómo entonces podemos abrirnos a la posibilidad que nuestras creencias estĆ©n erróneas y tengamos que cambiarlas? El autor propone considerar la humildad, asumiendo que hay muchas cosas que no sabemos. Dice ālas personas con mĆ”s Ć©xito confĆan en lograr el objetivo con el tiempo, pero tienen la humildad de preguntarse si estĆ”n utilizando los mejores mĆ©todos para llegar allĆā. Mantener el objetivo, pero revisar los mĆ©todos. Cuidar nuestros valores, pero ajustar las creencias o las conductas.
Una seƱal de falta de humildad o de arrogancia es no asumir que nuestros juicios tienen sesgos, creer que somos objetivos y podemos āver las cosas como realmente sonā, diciendo algo asĆ como āyo no tengo sesgosā. Dice Adam Grant que dos sesgos son especialmente importantes: el sesgo de confirmación (ver lo que esperamos ver) y el sesgo de deseabilidad (ver lo que queremos ver). Al respecto dice: āEstos sesgos no sólo nos impiden aplicar la inteligencia. De hecho, pueden retorcer nuestra inteligencia hasta convertirla en un arma contra la verdad. Como resultado, encontramos nuevos motivos para predicar nuestra fe con mĆ”s convicción, defender nuestro caso con mĆ”s pasión y dejarnos arrastrar por la marea que ha creado nuestro partido polĆticoā.
Me ha parecido un libro especialmente oportuno para reflexionar sobre los procesos de cambio, sobre el aprendizaje, sobre el trabajo en equipo y, sobre todo, para promover una actitud liviana y provisional. Defendamos nuestras convicciones pero tengamos prudencia que podemos estar equivocados y mejor ir lento por el camino correcto que rƔpido por el camino errado. Libro necesario para los porfiados como yo: PiƩnsalo otra vez, Adam Grant.

