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Foto del escritorCarlos Díaz Lastreto

Uno siempre cambia al amor de su vida



Me he reído con este libro de Amalia Hernández, ya que en su forma está lleno de dibujos, citas, canciones e ironía. Pero, no hay que perderse con la forma, pues en el fondo expresa algunas ideas de gran profundidad.


Cuando se tiene una pérdida afectiva importante, como el rompimiento de una relación de pareja es esperable un duelo por la pérdida y la “vivencia subjetiva” que nunca se va a encontrar otra persona igual que aquella que se perdió. El duelo será más o menos profundo dependiendo de lo significativo que haya sido la relación.


Creo que este dolor es mucho más profundo y ese es el caso de la autora del libro ya que alude a “un amor que no acabé yo, que no se me acabó” con todas las concomitancia del amor no correspondido. Por eso que los capítulos hablan del duelo, de la tristeza, de la depresión, de la rabia y de la reinvención.


Permítaseme salir de lo anecdótico de la historia para efectuar algunas reflexiones más profundas a partir de las ideas que nos propone Amalia.


Los seres humanos somos complejos y vivimos en espacios emocionales. Estos son espacios fundamentales para cada uno y muchas veces el sentido de la vida se juega más en lo emocional que en otros dominios. En este tiempo de pandemia no me cabe duda que los temas afectivos como la cercanía con la familia, la pareja, los hijos, los padres se han vuelto un tema fundamental, positivo para aquellos que viven cerca de aquellos y que tienen buenas relaciones y duro para aquellos que sufren la lejanía o que tienen relaciones dificultosas y que el encierro y la cuarentena no hacen más que exacerbar.


Anoche veía en netflix una película que me recomendó un alumno, “el vendedor de sueños”, donde precisamente el protagonista quiere suicidarse por la mala relación que tiene con su hijo y el otro protagonista es un mendigo, quien precisamente destaca los temas emocionales, lo invita a conversar sobre aquello.


En esta misma película el mendigo le propone al protagonista que en vez de suicidarse “ponga una coma” en su historia y le agregue otros contenidos. Vivimos en mundos narrativos, en mundos de historias y dependiendo de qué historias contamos es como nos vivimos la vida.


Cuando enfrentamos experiencias de pérdida es esperable que nos enfrentemos a duelos. Un duelo honra la pérdida que se ha tenido, porque demuestra que aquello que se fue era valioso, importante. Creo que vivimos en una época histórica en que se espanta la tristeza, sobre todo aquellas tristezas existenciales, que no necesitan fármacos ni posiblemente psicoterapia, sino que requieren humanidad, contención y elaboración.


En relación al título del libro hay dos ideas más que me resultan interesantes: por otro amor y por otra vida.


“Por otro amor”, los seres humanos tenemos la gran capacidad de vincularnos, por lo que siempre cabe la posibilidad luego de tener una pérdida de volver a establecer vínculos afectivos profundos e importantes. Y ello en ningún caso implica traicionar o deshonrar el vínculo que se tuvo en primer lugar. Más allá de la pareja, ello implica hacer nuevos amigos, encontrar otra pareja, familiarizare con un nuevo trabajo.


“Por otra vida”, con ello creo que podemos hablar de un término que hoy está de moda, reinventarse. Siempre podemos tomar decisiones que nos lleven a vivir otras vidas, donde seamos más felices, más plenos, estemos más conectados. No siempre es fácil evidentemente, pero muchas veces las personas nos quedamos en la resignación, cómodos con la incomodidad, sin atrevernos a correr el riesgo de hacer algo distinto.


Y, reinventarse hoy es más necesario que nunca, especialmente en estos tiempos de pandemia, pero no exclusivamente por ello. La vida es más larga, somos más educados, contamos con más tecnología, el mundo es más grande. ¿Y si la vida que estoy llevando no me tiene contento?, porque no soñar con algo distinto y dar los pasos para materializarlo.


Creo que ello tampoco es traición a nada. Perseverar cuando no se tienen los resultados que se quieren es una mala idea. Sostener que uno no ha cambiado ningún valor, creencia, idea o filosofía en 50 años más que meritorio me parece triste. La vida es dinámica y cambiar para adaptarse a los tiempos no solo es importante para la supervivencia también lo es para construir una vida más plena.

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