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Agilidad emocional. Susan David

Actualizado: 1 feb 2020



El mundo que vivimos hoy es un mundo completamente distinto a muchas épocas anteriores, el mundo de la “modernidad líquida” como le llama Bauman, mundo que desafía nuestra capacidad de adaptación y cambio rápido. Por ello que hoy se habla de agilidad en muchos dominios, como la agilidad organizacional.


Susan David, sin hacer muchas referencias ni conexión con esta demanda ambiental, se concentra en los procesos emocionales y la importancia de la agilidad emocional ya que, como sostiene “las personas emocionalmente ágiles son capaces de tolerar altos niveles de estrés y sobrellevar contratiempos mientras permanecen comprometidas, abiertas y receptivas…. siguen experimentando emociones de ira, tristeza, etc, pero las afrontan con curiosidad, compasión y aceptación”.


He hablado antes en este blog sobre emociones. Las emociones son cruciales para la vida de los seres humanos ya que son respuestas físicas inmediatas que da el cuerpo a señales importantes procedentes del mundo exterior. Al captar señales de peligro, interés romántico, aceptación, exclusión u otras, nos adaptamos a dichas señales por lo que somos capaces de ajustar nuestro estado interno y el comportamiento externo para actuar en sintonía con la situación y sobrevivir y prosperar.


El sistema emocional se desarrolló a través de ensayos y errores evolutivos durante millones de años. Hoy día nos ayuda, y también nos crea problemas. Muchas veces actuamos en “piloto automático” emocional, reaccionamos ante situaciones sin conciencia o con poca voluntad, se gasta energía reprimiendo las emociones o a veces impiden la vida que se desea tener.


Por todo lo anterior, el libro tiene por objetivo “ayudar a que seas más consciente de tus emociones, a que aprendas a aceptarlas y a hacer las paces con ellas y a continuación que te desarrolles como persona por medio de incrementar tu agilidad emocional”. Y ese es precisamente el tema que desarrolla luego en extenso.


Lo contrario de la agilidad es la rigidez, una actitud de quedarse enganchados en pensamientos, sentimientos y comportamientos que no nos sirven. La rigidez puede provenir de nuestras narrativas, cuentos que nos hemos contado muchas veces y que en su origen pueden haber sido valiosos, pero que hoy nos atascan. También pueden provenir de supuestos y reglas antiguas, que a lo mejor han sido útiles en algún momento, pero que hoy no sirven.


Otra manera de decir rigidez es llamarla perseverancia. A veces, la perseverancia es una tremenda virtud, insistir una y otra vez en lo mismo hasta lograrlo. Otra veces, es un gran defecto ya que el mundo cambia y seguimos haciendo lo mismo una y otra vez sin ningún resultado. La sabiduría estriba en saber cuándo perseverar y cuándo aprender a soltar y abandonar.


Me acordé de un libro muy entretenido de Amalia Andrade que se llama “Uno siempre cambia al amor de su vida (por otro amor o por otra vida)", a través del cual describe los procesos de duelo por pérdidas afectivas donde, efectivamente, después de pasar por la tristeza, se encuentra otra persona a quien querer y se reconstruye la vida con otros significados y propósitos. Y, como dice Ceratti en su hermosa canción, Adióses crecer”.


De acuerdo a Susan David, la agilidad tiene que ver con relajarse, calmarse y vivir con más intención, de poder elegir cómo responder al sistema de alerta emocional, ya que abre el espacio que está entre lo que sentimos y lo que luego hacemos con ello.


Para poder proponer un proceso de cultivo de la agilidad emocional, expone previamente el concepto de enganche. Nos “enganchamos” emocionalmente, lo cual nos torna rígidos y poco flexibles. ¿Por qué ocurre ello? Porque nuestra mente es una máquina de encontrarle sentido a las cosas: organizamos lo que vemos y oímos, experiencias y relaciones, en un “discurso coherente”. El problema es que a veces efectuamos malas interpretaciones y ellas nos llevan a “respuestas de piloto automático”, y cuando respondemos automáticamente de cualquier manera improductiva estamos enganchados.


El proceso de cultivo de la agilidad emocional se desarrolla en cuatro movimientos:


1 Mostrarse: Ello significa enfrentarse a los propios pensamientos, emociones y comportamientos con intención, curiosidad y amabilidad. Algunos de estos son válidos y apropiados al momento, otros son residuos. Podemos aprender mucho de ellos.


2 Distanciarse: Luego de afrontar pensamientos y emociones, el siguiente paso es desapegarnos de ellos y observarlos para verlos como lo que son: solo pensamientos, solo emociones. Al hacer esto, creamos el “espacio abierto” entre nuestras emociones y nuestro modo de responder a ellas. Nos permite vernos con posibilidades.


3 Seguir el propio camino: Luego de las dos fases anteriores, podemos ahora centrarnos en lo que realmente nos importa, nuestros valores fundamentales y objetivos más relevantes. Se trata de “puntos de elección”.


4 Seguir adelante: Mas que pensar en grandes transformaciones, hacer pequeños ajustes deliberados imbuidos de nuestros valores, puede marcar una gran diferencia en nuestra vida. Esto implica que realizar ajustes de rutinas y hábitos a través de la repetición diaria puede tener un gran poder transformador.


Luego en cada capítulo profundiza en cada una de estas prácticas o movimientos.


El año 2013 publicó un artículo en Harvard Business Review sobre “agilidad emocional” y tiene una interesante charla Ted sobre el tema.


Buenas vacaciones en este año 2020.

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